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martes 19 marzo 2024

La soja y el cambio climático: «dos chivos expiatorios» perfectos

DestacadasLa soja y el cambio climático: "dos chivos expiatorios" perfectos

Infraestructura inexistente, falta de planificación rural y urbana, acomodos, y una pésima gestión ambiental son el corolario de los estragos que están provocando las inundaciones en Luján y zona aledaña (provincia de Buenos Aires).

El agro y las inundaciones:

¿Una falaz mala fama o un simplismo que intenta dispersar el foco del problema?

Antes de desandar la pregunta del título y desarrollar la nota, es menester encuadrar el contexto sobre la cual se formula.

La inundación que afecta a una amplia zona del norte de la provincia de Buenos Aires y calificada de “tragedia» por el Gobierno nacional, por los graves daños causados y con más de 6000 evacuados, es propia de un extraordinario fenómeno natural con precipitaciones de 400 milímetros de lluvia en sólo 72 horas y los efectos del viento que demoran el escurrimiento de las aguas en zonas urbanas.

En este contexto, la respuesta oficial señaló la inédita cantidad de agua caída pero también acusó al trabajo de los productores rurales como agravante de la tragedia. De acuerdo a las expresiones del jefe de Gabinete, se han constatado algunas inconductas en muchos campos que para beneficiar su producción, corren los canales, una maniobra absolutamente ilegal y, además, muchos traen aguas de otras cuencas a la zona afectada por lo que se multiplica el problema.

Además se culpa al método de siembre directa como responsable del caos hídrico.

Respuesta agronómica a un absurdo relato político

Desde el punto de vista técnico este argumento no puede ser menos que tomado como disparate, sobre todo si se tiene en cuenta, que una de las ventajas fundamentales que tiene la siembra directa, en contraposición con el viejo sistema tradicional, es favorecer la percolación del agua,  es decir la infiltración desde la capa superficial hacia los estratos inferiores del suelo, respecto del movimiento  indeseable que es el escurrimiento superficial.

En las antípodas del argumento absurdo esgrimido por Aníbal Fernández en recientes declaraciones desde el gobierno nacional, el  sistema de siembra directa, generalizado en la Argentina,  no solo mitiga el efecto adverso de los anegamientos hídricos sino que ha sido adoptado por los productores agrícolas  en otras regiones del mundo. Estos ya saben que la técnica contribuye al logro de  cosechas abundantes como también mejora la estructura física (el esqueleto)  de los suelos agrícolas, evitando a la vez que el agua corra con más velocidad por la superficie y  erosione los campos. En contraposición la labranza tradicional, (típica de antaño)  en dónde, los primeros 20 cm de suelo eran removidos constantemente por las diversas herramientas de laboreo (arados, rastras, etc.); disgregaba los terrones y  ocasionaba una menor capacidad de infiltración en los suelos debido a una veloz pérdida de estructura.

Un ensayo de casi 20 años determinó que la siembra directa combinada con la rotación bianaual soja-maíz y un cultivo de cobertura invernal, incrementa la captura de carbono y permite la acumulación de agua en el perfil, disminuye la erosión y movimiento superficial de planchado (fuente INTA)
Un ensayo de casi 20 años determinó que la siembra directa combinada con la rotación bianaual soja-maíz y un cultivo de cobertura invernal, incrementa la captura de carbono y permite la acumulación de agua en el perfil, disminuye la erosión y movimiento superficial de planchado (fuente INTA)

Otro punto fundamental que incluso excluye de cuajo lo nocivo que pueda o no ser, la siembra directa, es que la zona de influencia afectada por la inundación, está principalmente caracterizada por campos que albergan en mayor proporción pasturas naturales (estepa gramínea prístina) y  un sistema productivo con predominio ganadero, en el cual no prospera la siembra directa, y entonces no estaría implicada en los efectos nocivos que se le endilgan, evidenciando el desconocimiento técnico de quienes infieren tales afirmaciones, o peor aún, poniendo en evidencia una clara intención de tergiversar los hechos que son verificables fácilmente tanto por Ingenieros Agrónomos, como por entidades tan prestigiosas de índole pública como lo es el INTA, y en éste caso cabe agregar que las declaraciones son graves por ser contradictorias a los documentos científicos  oficiales, que ésta institución en su misión de investigación y extensión pone al alcance del público.

Un fenómeno de gran escala que sobrepasa los límites normales de infiltración

De cualquier forma toda opción de laboreo queda saturada ante un evento climático de tamaña cuantía, no habiendo sistema de cultivo ni suelo alguno que pueda absorber el exceso de precipitaciones  y  que pueda frenar el desborde de agua, cuando el evento se asemeja a un diluvio como el acontecido recientemente en Luján y zona de influencia.

Una solución técnica en un caso tan extremo, estaría más relacionada con poner a salvo la población y evitar la urbanización marginal en las zonas que se saben tienen alto riesgo de inundación; que tratar de gastar fortunas en obras faraónicas de discutida solución definitiva al flagelo.  Claro está que algo al respecto tendría que haberse hecho para frenar en parte los efectos del desastre, pero a  la luz de los hechos el soslayo fue escandaloso.   El olvido político es mucho más grave aún si se tiene en  cuenta que ya había acontecido hechos similares (con data fin de octubre 2012), en términos de tiempos políticos, es «ayer» con lo cual no cabe otro mote que: pura negligencia. Dicho sea de paso, la emblemática Basílica de Luján, rodeada por la inundación, es ya casi una postal reiterada y triste, de la realidad bonaerense.   Baya paradoja, un atractivo turístico, cultural y religioso tan notable, hoy devenido a una catástrofe.

Basílica de Luján (fin de octubre 2012)
Basílica de Luján (fin de octubre 2012)

Otro argumento proveniente del  oficialismo para deslindar su responsabilidad a otros sectores, es el relacionado a los canales de desagüe internos construidos por algunos productores. Estos,  tienen un sistema de drenaje para evitar los anegamientos en sus lotes, sobre los cuales recae  la denuncia de modificaciones,  e incluso  ilegalidades en las normas que rigen los cursos naturales de agua. Si estos efectivamente existieren, no puede excluirse de éstas acciones nocivas, la responsabilidad que le compete al  Estado provincial y sus jurisdicciones para aplicar las sanciones correspondientes e intervenir activamente para que dichas anomalías se corrijan y/o se penalicen. Obviamente que nadie quiso pagar el costo político por dichas regulaciones, como tampoco se les ha brindado soluciones parciales para disminuir las cuantiosas pérdidas de cosecha ocasionadas por la falta de infraestructura estratégica para el control de anegamientos de las zonas rurales. Por el contrario se les atribuye el peso del desastre y se los responsabiliza casi directamente por un flagelo del que en realidad son también víctimas.

Cambiar o seguir buscando atrapar al «meleficio de turno»

Cualquiera que haya recorrido la provincia de Buenos Aires, y que tenga cabal conocimiento de sus limitantes geográficas, climáticas y de relieve,  sin el sesgo simplista y arbitrario que urge en las esferas proselitistas, podrá advertir más temprano que tarde, que las inundaciones recurrentes, no son causa de las simplificaciones dialécticas que ciertas autoridades intentan propagar en la opinión pública para disipar la legítima crispación social;  Sino más bien es causa directa de la conjunción de un efecto adverso climático, pero predecible, con  la repetida falta acción concreta en materia de infraestructura social.

Es evidente que la información y la verdad en ésta contienda, está siendo manipulada para el engaño y la distracción. De ésta manera, el pueblo que está cercano a la principal decisión soberana que pueda tener la sociedad republicana (la proximidad a la elección presidencial), en lugar de vivir en un clima propicio para el desarrollo de  una opinión crítica y loable,  está inmersa en una cortina de humo, que probablemente influya negativamente a la hora de elegir a sus representantes en el cuarto oscuro.

Parafraseando un viejo proverbio «No hay mayor necedad que esperar que las cosas cambien, haciendo siempre lo mismo»,  no cabe ninguna duda, que mientras, los ciudadanos argentinos sigan apoyando a los gobiernos oficiales, el caos que hoy los gobierna, seguirán en el curso de los hechos lamentables que se constatan de manera periódica y repetida.

En octubre se sabrá si el pueblo ha tomado nota de que sus problemas de fondo no están siendo atendidos como corresponde por las autoridades competentes, y que de ningún modo radican en el «cambio climático, ni en la soja, ni en los barrios privados» como les conviene repetir cual loros, a algunos irresponsables dirigentes políticos, en una clara maniobra de tergiversar los sucesos de la realidad.

Si no es así entonces habrá que seguir rezando al «Dios del azar meteorológico» para zafar del diluvio, y sobrevivir, en medio de la inundación.  Claro está, y ya tenemos cabal experiencia,  que  la amnesia es peor que el exceso de lluvia…

 

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