Especialistas coinciden en esta generación de niños no soporta el ocio porque lo vive como vacío y casi como depresión. Por eso, se llenan de actividades tanto dentro como fuera de la escuela.
Los niños de hoy, al igual que los adultos, están padeciendo trastornos de ansiedad, y han perdido la capacidad de registrar las alertas corporales, conductuales y emocionales que indican la necesidad de “frenar”.
Algunos síntomas físicos que se pueden detectar cuando un niño está agotado:
- Miedos nuevos o recurrentes (miedo a la oscuridad, a estar solos, a los extraños, etc.)
- Preocupaciones.
- Aferrarse al adulto y sentirse incapaz de perderlo de vista.
- Enojo.
- Regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores del desarrollo.
- Llanto y lloriqueo.
- Incapacidad para controlar sus emociones.
- Comportamiento agresivo.
- Caprichos.
- Oposición para participar en actividades familiares o escolares.
- Molestias estomacales o dolor estomacal vago.
- Pesadillas y problemas para dormir.
- Dolor de cabeza.
- Enuresis (mojar la cama).
- Disminución del apetito o cambio de hábitos alimentarios.
En este caso, los padres juegan un papel fundamental para ayudar a los niños a recuperar la tranquilidad y conectarse con sus necesidades. Las primeras recomendaciones incluyen:b rindarles un clima familiar tranquilo, entender que los niños necesitan estar en pijamas, jugar y relajarse, seleccionar los programas de televisión que se verán y quedarse con ellos mientras miran TV, escucharlos, ser cariñosos y decirles lo mucho que los queremos.
También es necesario anticipar los horarios (trabajos, tareas, rutinas), compartir tiempo de contacto con la naturaleza y dedicarles tiempo. En caso de que lo síntomas no disminuyan, siempre hay que buscar ayuda o asesoramiento profesional.