La gala de eliminación de MasterChef dejó uno de los momentos más sensibles de la temporada: la despedida de Alex, quien se convirtió en uno de los participantes más queridos del certamen. Conmovido hasta las lágrimas, abrió su corazón y compartió una reflexión íntima sobre su vínculo con la comida y cómo el programa lo ayudó a sanar viejas heridas.
“Si hay un repechaje, ahí estaré”, dijo al comienzo, intentando ponerle algo de humor al momento. Pero rápidamente la emoción lo atravesó: “Ahora es impresionante lo que me empieza a pasar en el cuerpo. Siento un pálpito fuerte… me cuesta bajar de la cáscara que uno se arma”.
Entre pausas y con la voz quebrada, Alex se sinceró sobre un tema que pocas veces había tocado públicamente:
“Siempre tuve mucho conflicto con la comida, con trastornos alimenticios. Y a partir de estar en esta experiencia, empecé a mejorar el vínculo. A conectarme un poco más con el momento de comer, a darle valor”.
Sus palabras sensibilizaron al estudio, a sus compañeros y al jurado, que destacaron no solo su crecimiento en la cocina, sino también la fortaleza personal que mostró durante el certamen. Wanda Nara, conductora del ciclo, lo abrazó emocionada:
“Qué lindo lo que decís. Si esto te deja una marca para el resto de tu vida, te lo agradecemos todos”.
El resto del equipo también le expresó cariño y admiración. Bromearon sobre sus “78 personalidades”, lo abrazaron, lloraron y lo despidieron como a alguien que dejó huella:
“Nos va a costar un montón que él no esté”, dijeron entre lágrimas.
La salida de Alex dejó un vacío evidente, pero también un mensaje poderoso: la cocina, además de recetas y desafíos, puede convertirse en un lugar de encuentro, reparación y amor propio.

