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Caso Nora Dalmasso: el principal sospechoso, Marcelo Macarrón quedará absuelto

Este martes promediando la mañana, el fiscal de Cámara Julio Rivero ya llevaba media hora de un llamativo alegato en los Tribunales de Río Cuarto, no tenía acusación. De esta manera, Marcelo Macarrón, el ex marido de la víctima, quedará absuelto. El caso quedó prescripto de manera definitiva: impune.

Tras alegar por más de casi tres horas, Rivero finalmente dijo que no pudo probar el planteo de Pizarro y pidió su absolución. En su discurso, ensayó una teoría del crimen:

“No la mató Macarrón, ni la mató un sicario. La mató una sola persona. Un hombre conocido por ella que lo más probable es que la haya estado esperando. Acto seguido se produjo un acto sexual consentido. La sujetó con ambas manos, la dejó inconsciente, tomó el cinto, hizo doble nudo para asegurarse el resultado final. Luego la cubrió con las sábanas de los tobillos al abdomen, en señal de rechazo, de respeto, de pudor, de dejar un mensaje de que no la abusó”, explicó el funcionario.

En ese sentido, sostuvo que no pudo sostener que la mataron por encargo no porque no haya prueba, sino porque hay prueba de que hubo sexo consentido, un elemento que a criterio del fiscal echa por tierra un acuerdo criminal.

“¿Estoy obligado a mantener la acusación de Pizarro? Como fiscal no me puedo dejar llevar por cuestiones subjetivas ni emocionales. No puedo dictaminar cediendo a presiones mediáticas ni sociales. Debo evaluar la prueba de manera objetiva. Como fiscal no puedo torcer la voluntad de la prueba porque se me dé la gana. Debo decirles que como fiscal soy el abogado de la sociedad. no me autoriza a ser tan irresponsable, tan oportunista de acusar por que sí”, justificó.

Además, cuestionó a Pizarro por haber decretado secreto de sumario y tomar declaraciones sin control de las partes.

Los fiscales Javier Di Santo, Fernando Moine, Marcelo Hidalgo, Daniel Miralles y Pizarro desgranaron durante casi 16 años teorías bien contradictorias entre sí:

-Rafael Magnasco, un asesor de la Secretaría de Seguridad de Córdoba en aquel momento, quien se presentó de manera espontánea “ante rumores que decían que era su amante”. Un análisis de ADN lo descartó.

-Un pintor, Gastón Zárate, obsesionado con Nora.

-Un hijo, Facundo Macarrón, en medio de un ataque de odio porque su madre no aceptaba su homosexualidad.

-Un marido que viajó en un vuelo clandestino y privado desde Punta del Este a Río Cuarto, aterrizó en medio de la noche, tuvo relaciones con su mujer, la mató, volvió a la aeronave y regresó a Uruguay, donde al otro día jugó al golf con amigos.

-Un marido que en medio de una crisis matrimonial y una disputa financiera decidió contratar a un sicario para que matara a Nora y simulara una escena sexual.

Fue este última hipótesis, elaborada por un fiscal antimenudeo, la que terminó por llegar finalmente a juicio.

Todo este castillo terminó por desmoronarse por la sencilla razón de que nunca se encontraron pruebas sólidas para sostener este relato:

-Sicario: Pizarro sostuvo que Macarrón junto a “adláteres” no identificados contrataron a un asesino a sueldo para matar a Nora Dalmasso, bajo una promesa remuneratoria. Tanto en la acusación como en todo el juicio, no apareció ni un solo dato (nombre, contacto, encuentro, paco, entrega de dinero) para identificar al supuesto sicario. Incluso, se sostuvo que el asesino la mató “a traición”, sin que Nora lo viera, y que luego preparó una escena falsa para simular una muerte en medio de un encuentro sexual.

Durante el juicio, declararon tres forenses y dieron versiones totalmente diferentes sobre la misma escena del crimen. El fiscal Rivero escuchó con suma atención al experimentado tanatólogo Mario Vignolo, quien sin dudas indicó que no había sicariato detrás de este crimen sino que todo se había tratado de un encuentro sexual consentido, “tal vez algo brusco”, en medio del cual tuvo que haber surgido alguna disputa, momento en el que el asesino tomó lo que tenía a mano (el cinto de una bata) y estranguló a Nora con dos nudos que improvisó en el momento. “Ningún sicario deja su material genético”, subrayó el especialista.

-ADN: forma parte de unos de los capítulos más escandalosos del caso Dalmasso. Durante años, se habló que se había encontrado semen en la escena del crimen y que si bien no se había podido analizar en profundidad, ni en el Ceprocor ni con la intervención del FBI, sí se pudo establecer que en la pieza donde Nora apareció muerta había materia genético compatible con el linaje Macarrón. Al finalizar la acusación, Pizarro sorprendió, ya que dijo que finalmente aquello que se creía semen no lo era en realidad. El bioquímico Daniel Zabala, de la Justicia de Río Cuarto, intentó defender su hallazgo en el comienzo de la investigación, aseguró que sí era semen y agregó que su trabajo se realizaba según un protocolo “propio”. Durante el juicio, nunca se llegó a la certeza sobre si realmente había semen o no.

-Ventaja económica y/o política: el fiscal Pizarro sostuvo que detrás del asesinato por encargo de Nora, Macarrón y sus supuestos cómplices jamás identificados habrían buscado una beneficio de este tipo. En el juicio no hubo menciones políticas y poco y nada se avanzó en cuanto a la situación financiera del viudo. Durante años, en el discurso social se habló de testaferros y vínculos con el poder político de la provincia de Córdoba, pero en las audiencias y en la investigación previa no quedaron asentados datos concretos al respecto. Sí hubo testigos que describieron a Macarrón como “avaro”.

Entre otros puntos, llamó la atención que no se avanzara en su vínculo económico con el empresario Miguel “el Francés” Rohrer, a quien la familia Macarrón apuntó en el juicio como pretendido amante de Nora y, sobre todo, como el real asesino. Rohrer, que manejaba diversas inversiones financieras en campos de la región de Río Cuarto, quedó en medio de distintas acusaciones, pero ninguna de ellas llegó a tener estado judicial durante este juicio. Pero tampoco se ahondó sobre cuál era su vínculo económico con Macarrón.

De la política directamente no hubo mayores referencias, más allá de que el entonces Secretario de Seguridad, Alberto Bertea (debió renunciar después del asesinato), indicó en el juicio que su salida se debió a una interna política en la que se utilizó el crimen.

Durante las audiencias, Bertea apuntó contra el abogado Daniel Lacasse (exmano derecha de Macarrón y vinculado al empresario Rohrer) y habló del supuesto daño que él habría sufrido en todo este proceso.

En contrapartida, en los alegatos el fiscal Julio Rivero remarcó que Bertea tenía a su cargo a la Policía que intentó sostener la hipótesis de que Zárate, conocido como “el Perejil”, había sido el asesino. Teoría que contó con el aval de un triunvirato de fiscales formados de manera excepcional para el caso y conformado por Di Santo, Hidalgo y Moine.

El actual ministro de Seguridad de Córdoba, Alfonso Mosquera, fue uno de los integrantes del grupo de amigos que había viajado a Punta del Este con Macarrón cuando mataron a Nora. Si bien se especulaba con que iba a tener que declarar en el juicio como testigo, lo que suponía una posición incómoda desde lo político, finalmente no fue citado, ya que ni el fiscal ni la defensa solicitó su comparecencia.

-Crisis matrimonial: dentro de esta hipótesis, Pizarro señalo que la pareja entre Nora y Macarrón estaba en crisis y que pensaban en divorciarse. Es en este contexto que plantea una supuesta disputa al momento de la separación de bienes, lo que lo llevó a conjeturar sobre un presunto beneficio para el viudo con la muerte de la mujer. Sin embargo, durante todo el juicio lejos estuvo de haber datos concretos y sólidos que apuntalaran la supuesta crisis de la pareja. Más allá de amantes que cada uno habría tenido y de alguna discusión, nadie pudo asegurar que la pareja efectivamente se había planteado un divorcio. Incluso, la pareja estaba remodelando la pieza matrimonial de la casa de Villa Golf y Macarrón le mandaba mensajes desde Punta del Este para comentarle cómo le estaba yendo en el torneo de golf que fue a jugar con amigos.

De esta manera, durante el juicio, ninguno de los indicios apuntados por Pizarro en la acusación logró obtener la categoría de prueba sólida para sostener la acusación.

El manual instructivo para jurados populares, establecido por la Ley Provincial Nº 9182 Poder Judicial de Córdoba, sostiene que “si el fiscal de Cámara, durante su alegato final, no mantiene la acusación y pide la absolución del imputado, el tribunal no puede condenar, salvo que intervenga en el juicio el querellante particular y que éste, en su alegato, haya pedido la condena”. En este juicio no hubo querellantes.

Redacción Córdoba Times: Redacción Córdoba times email: redaccion@cordobatimes.com
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