La nadadora argentina se clasificó a las semis del Mundial de Natación en los 50 metros espalda, quebró dos veces el récord nacional de la prueba, pero no pudo acceder a la instancia definitiva. Asimismo, se convirtió en la número dos de Sudamérica.
La nadadora Andrea Berrino se convirtió en la mejor representante argentina en el Mundial de Natación disputado en Budapest, Hungría. La deportista, oriunda de Río Tercero, estuvo a un paso de meterse en la final, pero se quedó en las puertas de la gloria.
La cordobesa se metió en la semifinal de la prueba de los 50 metros espalda, de la que se despidió séptima, estableciendo su tiempo de 27.80 como el mejor registro nacional, y terminando en el puesto 12 del certamen. Hacía 10 años que una argentina no accedía a a esta instancia en un mundial.
Berrino quedó 10ma en la clasificación preliminar de su primera serie, registrado un tiempo de 27.96, que se imponía ya como el mejor tiempo de la prueba en nuestro país.
Sin embargo, la pupila de Federico Rossi iba a ir por más. En una semifinal en la que las presiones muestran a los mejores del mundo exigiéndose por acceder a la final, Andrea logró batir su propia marca nadando 27.80, que la dejó a tan solo 21 centésimas de clasificarse a la última instancia.
La brasileña Etiene Medeiros fue la mejor de la definición con su tiempo de 27.18, seguida de cerca por la china Yuanhui Fui, a sólo una centésima de distancia, y más de lejos por la norteamericana Kathleen Baker, tercera con 27.48.
Con esta nueva marca, la riotercerense ingresa nuevamente al “Hall de Honor” de la Natación Argentina. El récord que la velocista quebró por partida doble (28.11) era de su propia autoría, conseguido en el Sudamericano de Asunción de Paraguay, en 2016. Otro registro que la cordobesa hizo temblar en la competencia fue el de la posta 4×100 metros combinados, que con una marca de 3.52.31 aún sobrevive como el mejor tiempo argentino absoluto de la prueba.
Un ejemplo de perseverancia
“La Flaca”, como le dicen sus seres queridos, se sobrepuso a las adversidades, ya que estuvo al borde del retiro a sus tan solo 18 años, donde pasó dos años sin entrenar por una tendinitis y le recomendaron que no nadara más.
Luego, en 2014 volvió a competir después de dos años de recuperación por una severa lesión en la espalda, y el año pasado sufrió otro duro golpe cuando quedó a las puertas de clasificarse a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Sin embargo, Andrea siguió adelante y hoy, con 23, vive un presente extraordinario siendo una de las mejores nadadoras del país y América del Sur, con un futuro sin techo por delante.