El amor y la contención de los papás es fundamental para la evolución del recién nacido prematuro. Clínica y Maternidad del Sol comparte el testimonio de Gabriela Rodriguez y Omar Pelayes, los papás de Gianna, la beba prematura que nació a los cinco meses de gestación con 500 gramos y hoy tiene seis años.
Para cada papá la experiencia de acompañar a su hijo en la Neo es única y diferente a las demás. Cuando Gabriela Rodriguez y Omar Pelayes, los papás de Gianna, recuerdan los momentos que vivieron hace seis años en la Neo de Clínica y Maternidad del Sol experimentan sensaciones encontradas. «Hay recuerdos tristes, que no quisiéramos volver a vivir por nada, pero también otros hermosos como haber conocido a cada una de las personas que forma parte del equipo de la Neo y que estuvieron a nuestro lado para hacer posible que nuestra Gianna saliera adelante”, dicen.
Gianna nació a las 23 semanas de gestación, debido a un cuadro de trombofilia que presentó su mamá, y a los nueve días de nacer fue sometida a cirugía debido a una enterocolitis necrotizante que afectaba su intestino. “Era tan chiquita que no me imaginaba cómo iban a hacer para trabajar en su cuerpito. Su vida corría muchos riesgos. Pero sobrevivió a la operación. Después de eso bajó más de peso: llegó a los 470 gramos. El anestesista que trabajó en su cirugía nos dijo que fue el bebé más pequeño que tuvo que anestesiar”, cuenta Gabriela.
Durante esos meses Gabriela y Omar pasaban muchas horas en la Neo porque iban a cuidar a su beba mañana y tarde, y cuentan que allí encontraron una nueva familia muy especial: “Te encariñás con todos: pacientes, médicos, enfermeras. Todos estaban al tanto de Gianna, y eso nos hacía bien, porque somos de La Rioja y en Córdoba no teníamos a nadie”.
Bebé de cristal
“Cuidar a una bebé tan pequeña era como tocar un cristal. Una piernita de ella era como un dedo mío. ¡Tan frágil! Yo le hablaba y le decía Olivia, como la novia de Popeye, por lo flaquita. Le cortábamos el pañal a su medida y le cosíamos medias pequeñísimas. Las enfermeras, que no nos dejaban solos jamás, nos enseñaron a moverla, a tocarla, a cambiarla, porque la verdad es que nos costaba mucho, teníamos miedo de lastimarla”, cuentan los papás.
Seis meses después del nacimiento, Gianna salió de la incubadora, con un kilo y medio de peso, pero siguió internada. Y un tiempo después le dieron el alta.
“Fue tan duro ver a mi hija pelear con apenas unos gramos de peso que cuando me la entregaron no me animaba a estar lejos de los médicos, así que me quedé en Córdoba tres años más, viviendo en un departamento que alquilé a tres cuadras de la clínica. Para eso pedí licencia en mi trabajo. Tenía terror de que le pasara algo y no tuviera a los médicos cerca”.
Hoy Gianna tiene seis años y vive con sus padres y su hermano en La Rioja. Su salud está perfecta pero viaja a Córdoba por controles cada tres meses. “Ahora podríamos realizar los controles en nuestra provincia, pero preferimos venir a la Clínica y que la vea el doctor Mario. Además a ella le encanta venir y cuando pasa tiempo sin que viajemos nos pregunta por él, le hace dibujos, ¡lo adora!”, cuentan los papás.
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